Ciencia y Religión...

Meditación...

jueves, 13 de mayo de 2010

Siempre sanos...

Consejos simples para estar sanos siempre
Kati Szamos

1. Coma una naranja todos los días.
Esto hará que aumente su hierro y potasio en el cuerpo. Y si es alérgica a la naranja, beba un vaso de jugo de uva (sin azúcar agregada), que ayudará a mejorar su circulación sanguínea.

2. Espolvoree con canela el café.
Recientes estudios indican que agregar una pizca de canela en su bebida una vez al día puede ayudar a disminuir las concentraciones de colesterol en la sangre.

3. Cambie al blanco por el negro.
El pan integral contiene cuatro veces más fibra, tres veces más zinc y dos veces más hierro que el pan blanco. La realidad es que comer pan blanco sólo ayuda a subir de peso.

4. Mastique los vegetales más tiempo.
Masticar libera enzimas y potencia la cantidad de sustancias químicas anticancerígenas.

5. Adopte la fórmula 80/20.
Procure comer 80 por ciento de lo que se sirve y dejar en el plato 20 por ciento; así evitará trastornos digestivos, prolongará su vida y reducirá el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes.

6. Incluya un arcoiris de sabores y colores.
Si come frutas y vegetales de color rojo, morado, naranja, amarillo, verde y blanco obtendrá una excelente combinación de antioxidantes, vitaminas y minerales.

7. Coma salsa para pizza.
Algunas de estas salsas contienen licopeno, el cual es una antioxidante de los tomates que se cree que inhibe y revierte el crecimiento de los tumores.

8. Use hilo dental y no mastique chicle.
Una investigación concluyó que las personas que mastican chicle tienen una mayor probabilidad de desarrollar ateroesclerosis, ya que parece ser que angosta los vasos sanguíneos, mientras que pasarse el hilo dental puede quitarle seis años de edad biológica porque elimina las bacterias que promueven la caries dental.

9. Ríase.
Una buena risa es un pequeño ejercicio físico, ya que de cien a doscientas carcajadas equivalen a diez minutos de caminata, según el cardiólogo William Fry.

10. Disfrute una buena taza de té verde.
El té verde contiene antioxidantes y una taza diaria de esta infusión disminuye el riesgo de enfermedades coronarias.

11. Coma como pajarito.
Las semillas de girasol y de ajonjolí que puede agregar a ensaladas y cereales contienen grandes cantidades de antioxidantes, reduciendo el riesgo de diabetes, afirman médicos de la Universidad de Harvard.

12. Duerma como bebé.
Duerma bien y a sus horas, ya que disfrutar de un sueño profundo y placentero aumenta la hormona de crecimiento que sólo se segrega cuando dormimos, y ésta a su vez es precursora de las endorfina, que nos ayuda a mantenernos felices y sobrellevar el estrés de manera saludable.

13. Manténgase activo.
Para mantenerse aprenda nuevas destrezas e idiomas, resuelva crucigramas, tome cursos de baile, ya que todo esto hace que se mantenga un buen funcionamiento físico y mental, ya que fortifica la memoria.

14. Piense positivamente.
Sea sociable y vuélvase espiritual, ya que las personas que lo hacen presentan menos predisposición a resfriarse.
Y muy importante: acuda a su médico regularmente.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Te gusta sufrir?


Hay gente a la que le gusta sufrir…


El sufrimiento es el sentimiento a través del cual esas personas se comunican con la familia, con la gente, con el mundo; en él basan el amor que sienten por los demás y el que provocan, logran tener amistades, atención y cuidados. En fin, en el dolor está fundamentada su propia existencia.
Por lo tanto lo cultivan, cualquier cosa es motivo suficiente para llorar: el clima, el trabajo, los días de descanso, los viajes, los paseos, la música, la situación económica, y qué decir de los hijos, de la pareja, de los padres, de los hermanos, de los amigos, de los vecinos, ¡todo!
Todo les provoca dolor, llanto, sufrimiento… No pueden o no quieren ver lo bueno y bonito de la vida.
¡Y qué lejos de la realidad están! Ahuyentan a la gente, pocos quieren verlos, platicar, tener su compañía. No es nada motivante saber que vamos a volver a escuchar una y mil veces las tristes historias de su niñez, de su adolescencia, de los amigos y amores perdidos, de lo difícil que ha sido encontrar pareja, vivir a su lado, del trato que reciben o recibieron de sus padres, del dolor enorme de su muerte, de los hijos que desde que se concibieron provocaron dolor y qué ingratos han sido, ¡malagradecidos!...
¿Quién no conoce a alguien así? ¡Hasta deprimidos nos sentimos cuando estamos con ellos! Nadie puede haber sufrido más, si alguien se atreve a contarles de algún problema, de alguna enfermedad, de algo que le provoca tristeza, entonces brincan, le quitan la palabra y cuentan otra historia mas cruda. No, nadie sufre más que ellos.
Si conoces a alguien así, aléjate y cuéntaselo a quien más confianza le tengas. No quiero decir con esto que seamos insensibles, que no sepamos escuchar y dar consuelo. Lo que quiero decir, es que no seamos presas de nadie así porque si lo permitimos, ni ayudamos a esa persona y si nos perjudicamos nosotros, sólo nos buscará como paño de lágrimas. Cargaremos por siempre ese costal de amargura que esa persona nos obsequia.
Hay que reír, hay que ser alegres y que la demás gente se contagie de esa alegría. Tenemos tantas cosas maravillosas a nuestro alrededor, tanto por que ser felices, sólo basta querer apreciarlo.
Alguna vez leí por ahí: toma diez minutos de tu tiempo para llorar y después ríe y disfruta de lo mejor que tienes…

Luz del corazón...

La luz de tu sonrisa

Krishna Jeoshua

¿Te has visto hoy al espejo? ¿Acaso al contemplar tu rostro te deslumbraste con una sonrisa?
Desde muy pequeños descubrimos la sonrisa, ese diamante corporal que tenemos, que no cuesta nada y que armoniza un instante que queda en la memoria de quien lo observa; pero que con el paso del tiempo se borra de nuestro rostro, se hace cada vez más inconstante, se pierde por costumbre y almacena en nuestro ser.
No sólo es una expresión facial mecánica, el sonreír genera una sensación de felicidad y armonía, la cual es transformada por las endorfinas que produce nuestro cerebro, estas acarrean una sensación de bienestar en todo nuestro ser y se manifiesta en el momento que se despliega esa sonrisa.
Diariamente estamos involucrados en situaciones donde tenemos que comunicarnos, en la vía pública, en el transporte, en un restaurante, escuelas, instituciones, centros comerciales, eventos y tantas situaciones donde debemos interactuar con diversas personalidades. Sin embargo, en muy pocas ocasiones ves sonreir a los que están a tu alrededor.
Así pasan nuestros días, al caminar ves rostros pensativos a tu alrededor, si es que te pones a observar; si no, ni siquiera percibes lo que te rodea. En muchas ocasiones dirás: ¿Por qué sonreir si todo me sale mal? Piensa, al sonreir provocas que tu mente trabaje de manera positiva, lo cual provoca en ti un cambio momentáneo, que si tú lo deseas puede ser permanente.
Recuerda la última ocasión que sonreíste, fue por algo bueno, gracioso, una situación que te hizo imaginar o sentir positividad. Ahora es el momento de transformar ese hábito momentáneo en una constante en tu vida.
Desde el momento que despiertas y te ves al espejo sonríe, porque estás vivo, si no en la mejor situación, puedes respirar, admirar tu alrededor y provocar que ese día marche de manera distinta a como venían siendo. Ahora con la primera persona que interactúes sonríe, no es necesario hablar, sólo desplegar esa sonrisa, que provoca un cambio de humor en aquel que la percibe.
En alguna ocasión escuché: “Levantas cada rincón cansado de mi alma con una sola sonrisa”, un tanto poético; sin embargo, es sin duda algo que se puede lograr, tu medio cambia en el instante en que tú decides sonreir.
Ahora que lees estas líneas, sonríe, ya sea por recuerdo o por algo que al levantar tu mirada verás, porque al hacerlo una luz se transmitirá y será para armonizar tu alrededor.
“Una sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”.

EL Temor...




Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.

Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.

Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí.

Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo y en Dios.

Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.

Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.

Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.

Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.

Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.

Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.

Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.

Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.

Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

Autor anónimo

¿Sabes ser feliz?


SER FELIZ ES UNA ACTITUD

Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel instante comenzó a buscarla.
Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
En un recodo del camino vio un letrero que decía: "Le quedan dos meses de vida".
Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo: "Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas que me rodean".
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es; sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar y también razones para morir y descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar; que está unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior.
Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que sólo Dios es la fuente suprema de la alegría, por ser ÉL: amor, bondad, reconciliación, perdón y donación total.
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: "Cuánto gozamos con lo poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos".
Ser Feliz, es una actitud.


Autor desconocido

miércoles, 28 de abril de 2010

La Crisis como debemos verla, por A. Einstein.

La crisis

No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.

La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.

La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.

Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.

Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar "superado".

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.

La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.

El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.

Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía.

Sin crisis no hay méritos.

Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.

Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.

En vez de esto trabajemos duro.

Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.

A. Einstein

lunes, 26 de abril de 2010

Conócete a ti mismo(a)...



AUTOACEPTACIÓN: SER O NO SER

Veet Pramad

Ciertas tradiciones espirituales dicen que el origen del sufrimiento está en el desear. El origen del sufrimiento está en la falta de autoaceptación.

Cuando uno no se acepta tal como es, busca la aceptación en el mundo externo e inmediatamente intenta ser alguien que no es, intenta parecerse con determinados modelos, intenta construir una imagen externa diferente de lo que es interiormente.

Cuanto más nos alejamos de lo que somos para intentar ser lo que no somos, para intentar ser lo que queremos ser o lo que creemos que los demás quieren que seamos, mayor es el sufrimiento. De hecho estamos pretendiendo lo imposible, el manzano nunca podrá ser un peral. No podemos dejar de ser lo que somos. El sufrimiento viene no tanto de no conseguir ser lo que no somos sino de intentar dejar de ser lo que somos.

En este esfuerzo se nos va nuestra vitalidad, la vida pierde la gracia y el significado y un día no conseguimos más levantarnos de la cama. El médico diagnostica depresión.

Lo que da significado a la vida es hacer lo que a uno le sale de dentro. Si los deseos vienen de dentro no nos llevan al sufrimiento sino a la gratificación y realización personal profunda. No hay ningún sufrimiento vinculado con desear desarrollar mis potenciales y talentos; sin embargo, sí lo hay cuando quiero hacer o ser algo que nada tiene que ver conmigo. El niño no sufre cuando desea jugar y si nada se lo impide, transforma su deseo en acción y disfruta.

La historia de la aceptación versus no aceptación es una historia antigua. Empieza en la infancia cuando el niño necesita de atención y aceptación como base de su supervivencia física y sicológica. Inicialmente es espontáneo pero enseguida se da cuenta de que determinadas iniciativas, actitudes y expresiones son mejor recibidas y son estimuladas mientras que otras pueden llegar a ser explícitamente reprimidas, prohibidas o castigadas. Si el grado de aceptación es elevado el niño conservará su espontaneidad, se aceptará tal y como es, irá construyendo una personalidad firme y sensible enraizada en su naturaleza profunda y considerará la familia y por extensión la sociedad y el mundo como algo seguro, amoroso y receptivo para su autoexpresión. Cuando el grado de aceptación es menor empezará a desarrollar las actitudes que son aceptadas y a inhibir las que no lo son. Empezará a fingir, tratará de ser alguien que en el fondo no es, no se aceptará negándose a sí mismo y se esforzará para actuar conductas que le proporcionen la aceptación. Desafortunadamente, en la familia, en la escuela y delante de la tele, aprendemos un montón de patrones, aprendemos a imitar, a compararnos con los demás, pero no aprendemos a ser nosotros mismos.

Crecemos distanciándonos de nuestra naturaleza profunda, asumiendo funciones como el de buen hijo, esposa, madre o profesional. Nos dicen que tenemos que esforzarnos para ser alguien. ¿Cuál es el esfuerzo que debe hacer el manzano para ser un manzano y dar manzanas? Ser lo que realmente somos no exige ningún esfuerzo. Hacer de nuestro hacer la expresión de nuestro ser no pide desarrollar la fuerza de voluntad. Necesitamos fuerza de voluntad únicamente cuando intentamos ser lo que no somos o nos exigimos hacer aquello que nada tiene que ver con nuestra naturaleza interior. Podemos intentar de mil maneras ser algo diferente de lo que somos, pero nunca lo vamos a conseguir, por eso la elección no está entre ser esto o aquello, la elección está entre ser o no ser. O somos lo que realmente somos o no somos.

La búsqueda de aceptación no acaba en la infancia, la vida se resume en el fondo a la búsqueda compulsiva y dolorosa de aceptación, que sólo se detiene cuando la persona realmente se acepta a si misma y se permite ser quien ella es, quien siempre fue y siempre será o cuando desiste de buscar aceptación y decide buscar atención negativa yendo en contra de la sociedad.

Aceptarse significa simplemente ser lo que somos, expresar lo que somos y para ello, en esta sociedad en la que somos bombardeados continuamente por “sea así o asado, sea esto o aquello”, la única exigencia es estar atentos.

¿Atentos a qué?

Atentos a lo que viene de dentro. Atentos para sentir, acoger, respetar, atender e integrar los deseos, anhelos e impulsos, que no son otra cosa sino la expresión de nuestra naturaleza profunda, de nuestra esencia, de nuestra divinidad interna.

Y también atentos a lo que viene de afuera, a las circunstancias. El problema no está en las circunstancias sino en como las encaramos. La misma circunstancia es generalmente vivida de manera diferente por personas diferentes y esto también depende de la autoaceptación.

En primer lugar es importante entender que las circunstancias que nos llegan no son aleatorias sino que las atraemos. El proceso de crecimiento del ser humano consiste en el paso a la conciencia de todo lo que está en el inconciente, sean impulsos instintivos, emociones, talentos o potencialidades. El inconciente tiene un movimiento propio de llevar a la conciencia sus contenidos. Cuando el individuo se acepta valoriza lo que le viene de dentro y lo va integrando paulatinamente a su consciente. Cuando no se acepta priorizando las creencias, principios y normas que él no inventó a su propia experiencia interna, entonces reprime, camufla o sublima estos impulsos internos que van acumulándose y por lo tanto fortaleciéndose en su interior. Es muy interesante el caso de la sublimación donde se desarrolla una espiritualidad, falsa claro, que siendo la compensación de un instinto mal vivido cuando no totalmente reprimido se transforma, como dice Enrique Esquenazi, en la borrachera del ego.

En este momento, impedido el camino directo de llevar a la conciencia los contenidos del inconsciente, éste busca el camino indirecto, es decir, atrae circunstancias que obligan al conciente a aceptar, integrar y desarrollar estos contenidos. Es decir, no atraemos lo que queremos sino lo que necesitamos para crecer.

Por ejemplo: una persona que obedeciendo a sus creencias, generalmente interiorizadas en la infancia, no expresa su rabia, estará atrayendo circunstancias que provocan cada vez más rabia hasta que le resulte imposible no expresarla. Una persona que no desarrolla sus talentos e insiste en trabajar en actividades que nada tienen que ver con ella, atraerá un jefe más exigente, una ampliación de horas de trabajo sin remuneración o hasta un despido que hagan necesario que desarrolle sus capacidades. Finalmente la mejor manera de desarrollar una capacidad es necesitándola, especialmente si de ello depende la supervivencia.

Quien no se acepta a sí mismo, buscando la aceptación ahí fuera considerará negativas, rechazará y sufrirá con las circunstancias que él interpreta como de no aceptación e intentará rodearse y se apegará a las circunstancias que interpreta como de aceptación. Su sufrimiento vendrá del miedo a perderlas. Cualquier circunstancia suscitará una descarga emocional de apego o rechazo que le dificultará darse cuenta de lo que esta circunstancia le quiere mostrar.

Quien se acepta lo suficiente no se enganchará en el ¿por qué me pasa esto, pobrecito de mí? Más bien será capaz de preguntarse ¿para qué me pasa esto? Podrá ser lo suficientemente objetivo para estar atento a las circunstancias y aprovecharlas para vivir, comprender y resolver los contenidos que generan en él, y así crecer. Mientras no los comprenda y resuelva se repiten por más que queramos otra cosa.

Nuestro crecimiento se da en primer lugar superando nuestras dificultades, resolviendo nuestros bloqueos y en segundo lugar desarrollando nuestras capacidades. Por ejemplo, un individuo con sensibilidad musical, mientras no resuelva su dificultad para presentarse frente al público difícilmente va a realizarse profesionalmente en dicha área. Por eso si queremos realizarnos, si queremos salir del sufrimiento, si queremos ser felices, no necesitamos salir a buscar escuelas de conocimiento, gurús o doctrinas salvadoras, fórmulas o soluciones mágicas. Lo que necesitamos aprender no hace falta buscarlo. Viene sólo, está invocado permanentemente por el inconciente.

Pensamos: seré feliz cuando tenga un buen empleo, cuando edite mi libro, cuando encuentre una persona con la que compartir mi vida. ¡Mentira cochina! Lo que nos puede transformar no es lo que imaginamos que nos va a transformar. Lo que nos va a transformar es responder con autenticidad y honestidad con uno mismo, a las circunstancias que permanentemente atraemos, prestando especial atención a aquellas que se repiten incesantemente. En el momento en que respondemos así a dichas circunstancias nos transformamos, ya no las necesitamos para crecer y dejan de repetirse.

En un mundo en que se trabaja más de la mitad del tiempo en que permanecemos despiertos no cabe duda que nuestra calidad de vida y felicidad va a depender muchísimo de que este tiempo dedicado a trabajar nos dé o no gratificación. Y esto también depende de la autoaceptación.

Quien no se acepta, buscando la aceptación de los demás, va identificándose con funciones y papeles, aceptando envolverse en cualquier actividad que aparentemente le dé el reconocimiento y el dinero que necesita. Claro que envolverse tanto tiempo por día en una actividad que poco o nada tiene que ver con uno, implica una falta de significado que produce insatisfacción a corto plazo, irritación a medio plazo y una profunda depresión a largo plazo.

Quien se acepta va a dejar que la voz interna lo guíe a través de sus deseos, anhelos e impulsos, de manera que haga lo que haga siempre tendrá gratificación y significado, pues sus actividades están enraizadas en su esencia y además tendremos dos efectos colaterales. El primero es el placer, de modo que el dinero que gana no se lo gastará comprando compensaciones, y el segundo son los resultados. Cuando hacemos algo que nos da placer lo hacemos mejor, simplemente porque no solo tenemos potenciales para hacerlo, sino que ensimismados en la acción no tenemos prisa en obtener resultados.

Otra fuente de grandes disgustos y placeres son las relaciones. Quien se acepta a sí mismo se conduce de una manera auténtica en las relaciones, no necesita mantener ninguna imagen ni agradar o controlar al otro. Aceptándonos y estando a gusto con nosotros mismos, podremos ver y aceptar al otro y estar a gusto con el otro. De hecho solo si somos capaces de estar bien con nosotros mismos y sentirnos bien cuando estamos solos, podremos estar a gusto y sentirnos bien con los demás. Si además, por el hecho de aceptarnos, optamos por actividades en las que nuestros talentos se manifiestan y sentimos placer, no buscaremos en las relaciones la manera de llenar un vacío de placer y significado. Nos relacionaremos no por necesidad sino para compartir nuestra abundancia interior y todas las relaciones en las que nos envolvamos serán gratificantes porque en el momento que dejen de serlo simplemente se acabarán, sin rencores ni lágrimas. Una verdadera relación se sustenta por la calidad del momento y no por la necesidad que uno tiene del otro o viceversa, por las promesas, documentos, hijos o intenciones.

Si no me acepto, mi necesidad de aceptación se vivirá de una manera especialmente dramática en las relaciones. De una manera más o menos explicita estaré todo el tiempo preguntándole a mi pareja o candidato a pareja ¿Qué he de hacer para que me ames? ¿Cómo quieres que sea y me conduzca para que me aceptes? De esa manera, no sólo mi autoestima (que es poca) estará en las manos del otro, sino que estaré fingiendo todo el tiempo, aumentando así el nivel de sufrimiento y falta de significado. Si además, como vimos antes, mi trabajo no me proporciona placer, voy a encarar la relación como la única fuente de placer de mi vida, exigiendo que el otro me colme de algo de lo que sólo yo puedo colmarme. Lo presionaré, le echaré en cara todo lo que hago por él, lo intentaré controlar y manipular. Dependeré de las migajas de atención que pueda conseguir, sin darme cuenta de que soy el dueño de la panadería, y mis relaciones se parecerán más a una pelea de vampiros que a cualquier otra cosa.

En definitiva el hecho de aceptarse permite desarrollar las capacidades internas así como aprender y crecer con las circunstancias. No se trata de ser mejor o peor según convenciones creadas para, en última instancia, manipular, controlar y explorar a los pueblos, sino ser integralmente uno mismo. La no aceptación es el origen de un círculo vicioso que lleva al sufrimiento, a la frustración cuando no al crimen o a la locura.

No es necesario ningún esfuerzo para ser lo que somos, para salir del sufrimiento, para ser felices, basta estar atentos. Sólo podemos estar atentos si estamos en el aquí y en el ahora. La vida únicamente transcurre en el aquí y el ahora, la transformación sólo ocurre en el aquí y en el ahora. La manera más simple para salir de la compulsión mental de estar en el futuro o en el pasado es observar la respiración, que sólo sucede y sólo puede suceder en el aquí y el ahora.


Veet Pramad, autor de este artículo, es también autor de los libros: Curso de tarot. El tarot y su uso terapéutico Tarot y numerología. Desafíos y lecciones de vida.